jueves, 14 de abril de 2011

Crédito educativo y deserción universitaria

Autor: Mario Zaldívar, Consultor de ÁPICE.


Cada vez más se señala a la deserción universitaria como uno de los grandes problemas de la educación superior. Este aspecto, junto con las finanzas, la eficiencia interna, el acceso de la población menos favorecida, el empleo de los profesionales, la calidad de la educación y una mayor presencia de la investigación, son los grandes desafíos de la universidad al cerrar el primer decenio del nuevo siglo.

La deserción ha sido definida como el abandono prematuro de los estudios antes de alcanzar el título o grado y existe un período suficientemente largo como para descartar la posibilidad de que el estudiante se reincorpore. Los especialistas han clasificado la deserción en dos tipos: temporal y permanente. La primera se presenta cuando el estudiante tiene en sus manos la decisión de revertir la situación; la segunda se da cuando existen causas concretas que impiden el retorno del estudiante a la educación superior.
En un estudio realizado en universidades chilenas, en al año 2007, se detectó que las causas de la deserción temporal son de tipo vocacional, motivacional o sociocultural; mientras que las de la deserción permanente son de tipo socioeconómico. Pero quizás la variable más preocupante es que la deserción es más frecuente en los estudiantes de escasos recursos económicos y que la universidad no ofreció soluciones efectivas para frenar la deserción. También se señaló que el Estado ofreció apoyos financieros para acceder a la universidad, pero no para permanecer en el sistema.
Ante este panorama, el crédito educativo se convierte en una herramienta indispensable para solucionar los problemas de deserción universitaria, con énfasis en la población proveniente de los estratos menos favorecidos. Para empezar, una tasa de interés más baja para los estudiantes que estén a punto de abandonar la universidad, sería una buena señal para paliar la deserción.

miércoles, 13 de abril de 2011

Anuncio de incentivos para estudiar pedagogía

Por Editorial La Nación



El ministro de Educación, Joaquín Lavín, ha informado que a partir del proceso de admisión 2011, el Estado financiará los estudios de los estudiantes que ingresen a pedagogías a partir de los 600 puntos ponderados en la PSU. A los jóvenes que lo hagan con más de 700 puntos se les entregará, además, un bono de libre disposición de 80 mil pesos, mientras los que se ubiquen por encima de los 720 puntos tendrán como plus un semestre de pasantía en el extranjero.

La contraprestación para quienes se incorporen a este programa será que una vez egresados trabajen un mínimo de tres años en planteles municipales o subvencionados (razonablemente, algunos expertos en educación han sugerido ya que se trate de establecimientos situados en zonas vulnerables, para hacer más socialmente rentable la inversión estatal). A su vez, las casas de estudios superiores deberán estar acreditadas y haber fijado un puntaje de corte de 500. La medida propuesta por Lavín -que ya tiene algunos antecedentes y experiencias en la cartera de Educación- ha sido favorablemente acogida por todos los actores vinculados al problema de la enseñanza en Chile; en particular destaca el respaldo del Colegio de Profesores, a pesar de sus matices en otras áreas.

Desde luego, el campo de debate se ha abierto en torno a cómo el modelo se inscribe en una política sistémica de fortalecimiento de las capacidades de los maestros. En este contexto, el secretario de Estado ha postulado que el mecanismo apunta a reubicar la profesión docente en el núcleo del proceso formativo.
Las principales observaciones que se han levantado no cuestionan en absoluto la iniciativa anunciada por el gobierno, aunque sí subrayan la necesidad de que sea complementada con otras disposiciones. En esta línea, se postula recalificar la profesión, modificar el Estatuto Docente, mejorar los currículos de la carrera pedagógica, perfeccionar el sistema de acreditación de las universidades y -por sobre todo- incrementar los salarios de los profesores y crear condiciones más atractivas para la jubilación de éstos y así estimular el recambio de trabajadores y su perfeccionamiento continuo.

De acuerdo con cifras ministeriales, el año pasado se matricularon 15 mil jóvenes en pedagogía y de ellos sólo 600 lo hicieron con un rendimiento sobre 600 puntos, es decir, la incidencia es inferior a 5% del total. Educación espera que el salto en la captura de buenos puntajes sea en torno a 30%. Se trata de un objetivo ambicioso: la media de ingreso en las universidades tradicionales alcanza a 550 puntos y en las privadas e institutos profesionales a 480; según antecedentes del CSE, en 2008 hubo instituciones de este último sector que recibieron alumnos con apenas 320 puntos.

Los números resultan reveladores de un déficit de capital cultural entre quienes cursan pedagogías y existe un margen de dudas respecto de si los planteles terciarios están compensando esas carencias con buenos programas de nivelación. De hecho, esta realidad interpela a las universidades, en particular a la oferta privada. Con todo, hay consenso en que la política definida por el Ejecutivo es un aporte a la calidad del personal docente.

Deserción universitaria: la importancia de tomar una buena decisión

Constantemente se recalca que tan relevante como entrar a la universidad, es mantenerse en ella el tiempo que corresponde. Serán años de estudios donde se debe lidiar con varios factores que pueden afectar en la continuidad de éstos y que suelen variar según la carrera. Los estudios hablan de un problema que golpea a instituciones, estudiantes y a las familias. 

La deserción universitaria es un tema que golpea fuerte al mundo de la educación superior. Las cifras muestran que es un problema latente y los especialistas no dudan en asumir el impacto que significa para las instituciones, las familias y los alumnos. Un conflicto que se tiene su solución en estudiantes con mayor información y conocimiento vocacional de sus capacidades.

Según el informe de Retención de Primer Año en Pregrado lanzado a comienzos de este año por el Sistema Nacional de Información de Educación Superior (SIES), dependiente del Mineduc, indica que la deserción afecta de mayor manera a carreras como Derecho (con un 28%), Arquitectura (26%) y Trabajo Social (25%).

Asimismo, las universidades privadas presentan una mayor deserción con un 30% contra un 22% de las estatales y un 16% en las particulares con aporte del Estado. En cuanto a carreras técnicas y profesionales, las primeras presentan altos niveles de abandono con un 41% contra un 27% de las segundas.

Las razones de la deserción

En un estudio efectuado por la Universidad de Chile el año 2008, se buscó conocer los motivos de la deserción universitaria se nombraron tres aspectos relevantes a considerar

- Problemas vocacionales: Entendido como el hecho de no quedar en la carrera de preferencia, dificultades en el acceso a información y orientación académica, además de una fuerte desmotivación  por la carrera.

- Poseer una precaria situación socioeconómica familiar: Los grupos familiares más vulnerables son los pertenecientes a los primeros quintiles de ingreso y el tener menor acceso a becas y créditos (universidades privadas) a lo largo de la carrera es un factor destacado en el abandono de la educación.

- Deficiente rendimiento académico: Este punto se manifiesta al tener debilidades académicas previas (deficientes hábitos de estudio; metodologías de enseñanza/aprendizaje diferentes entre la educación media y la educación universitaria),
poseer flaquezas en metodologías de enseñanza /aprendizaje incongruentes con el perfil de ingreso de los estudiantes e insatisfacción con la carrera.

Análisis de la problemática

Andrea Sáez, trabajadora social y académica de la Universidad del Mar, cree que este es un tema de política universitaria y un debate que se debe plantear, aunque de la manera correcta. Para ella no es el problema principal que debe abordarse, sino que es el efecto de la vulnerabilidad académica de los estudiantes. “Las universidades deben trabajar responsablemente frente a sus futuros alumnos, brindándoles información transparente, una difusión amplia de no sólo los programas, sino también de cómo es la vida universitaria con qué se van a encontrar durante los años que dure la carrera” sostiene.

La sensibilidad de este tema recae en aspectos económicos y las diferencias existentes entre los jóvenes para acceder a la universidad. Es así como Andrea Sáez señala que “el desertar significa un costo económico, una decepción anímica y en las familias vulnerables por lo general conlleva el no volver a estudiar, por lo que representa un aumento en la brecha de desigualdad del país”.

Los consejos que entrega esta académica a los estudiantes que están a punto de rendir la PSU se informen bien al momento de matricularse, que realicen consultas, que identifiquen sus habilidades y que esto determine la profesión que va a estudiar y que satisfagas sus expectativas vocacionales. Así, Andrea Sáez remata con una sugerencia vital para estos tiempos: “Lo importante es la motivación, ya que un estudiante motivado estará capacitado para enfrentar todas las dificultades que ponga por delante la vida universitaria”. 

Fuente: Universia

La mitad de los jóvenes no termina su carrera.

Por Giannina Ibáñez

Que las posibilidades de entrar a la universidad son mucho mayores que antes, es una realidad más que sabida por todos. Las oportunidades de créditos, especialmente la del aval del estado, abrieron la posibilidad a muchos jóvenes que, si bien, tenían un rendimiento académico compatible con la educación superior, no contaban con recursos que costearan los altos aranceles de enseñanza que posee nuestro país.

Sin embargo, existe una deuda pendiente aún en nuestro sistema de educación superior y que, mediáticamente, no es muy reconocida: la deserción universitaria. Y no es un problema sencillo, ya que los datos son realmente alarmantes; según el INE (Instituto Nacional de Estadísticas), la mitad de los estudiantes que ingresan a alguna carrera, no están en ella en quinto año. Para ser más exacto: de 99 mil jóvenes que entran a la universidad, 46 mil nunca obtienen un título profesional.

Las consecuencias que traen consigo una carrera a medio hacer, son bastante más duras de lo que se cree. La mayoría de los jóvenes que, actualmente, ingresan a la universidad, lo hacen a través de créditos, cubriendo aranceles que, en promedio, bordean los 2 millones anuales. Además, el costo de mantención mensual, según Fundación Puente, es de 33 mil pesos que, luego de abandonar los estudios, se van directo a la basura.

De esta forma, está comprobado que el sueldo de quienes desertan, llega a ser un 45% más bajo que el de los compañeros que sí alcanzaron el título universitario y, pese a esta considerable diferencia, deben seguir pagando el crédito que utilizaron por el tiempo que estudiaron. Esta situación provoca que un gran porcentaje del salario no pueda ser utilizado para aspiraciones mayores y, por ende, el surgimiento socio-económico se estanca.

Danae de los Ríos, directora académica de la Universidad Andrés Bello, explicó al sitio web de La Tercera que, “"La deserción tiene costos emocionales y financieros que son más graves en los alumnos de menores recursos. Entre ellos, hay desconocimiento de cómo operan las instituciones. Por ejemplo, hay familias que venden sus casas y la deserción los deja sin patrimonio, además experimentan la sensación de abandono y fracaso"

Los motivos por los cuales un estudiante abandona su carrera, son muchos. Entre ellos, los más comunes son el descontento con la casa de estudios o el desinterés manifestado por las materias, dándose cuenta, en el camino, que dicha profesión no es lo que esperaban.

Además, esta perdida no es una situación que afecte sólo al alumno. Los costos que arrojan, a nivel nacional, el hecho de que la mitad de los universitarios no termine su carrera, son también bastante significativos. Las últimas cifras entregadas por la Unesco, con respecto a este tema, fueron en 2005, y demostraron que las pérdidas para el sistema se estimaban en 48 mil millones de pesos, que, en aquel momento, representaban el diez por ciento del gasto total en educación.

Aumento deserción universitaria en los últimos años.

Universidades y carreras con alta deserción: hasta el 70% de abandono en primer año
por Katerinne Pavez


Estudiar Derecho siempre ha sido complejo. Tiene una malla rígida, que requiere mucha memoria y sus exámenes pueden echar por tierra todo un año de trabajo. Quizás por eso sea la carrera con mayor deserción del sistema universitario: el 28% de los alumnos abandona los estudios al primer año. Pero entre los planteles, hay amplias diferencias. Desde una gran mayoría que abandona sus estudios en la Universidad Bolivariana en el primer año -el 59%-, hasta el escaso 4% en la Universidad Católica. Algo similar pasa en Educación Básica, la segunda carrera con mayor deserción. Allí, de nuevo, la Universidad Bolivariana lidera la lista: dos tercios de los alumnos nunca se titularán de profesor.

La deserción es un fenómeno complejo. Para explicar por qué un estudiante se retira de la educación superior, hay factores económicos, vocacionales, académicos y de desajuste institucional, es decir, que al alumno le gusta la carrera, pero no la universidad.
 

FACTOR DE EFICIENCIA
El retirarse no sólo tiene costos familiares (una carrera puede costar hasta tres millones al año), sino también para el Estado, que invierte en becas y créditos que difícilmente se recuperan; y para las universidades, ya que el nivel de deserción es uno de los factores de eficiencia interna más importantes a la hora de acreditarse en Chile y en el extranjero.
Según datos del Sistema de Información de Educación Superior del Mineduc, entre las 10 carreras con mayor deserción están, además de las mencionadas, Arquitectura, Trabajo Social e Ingeniería Civil, entre otras. Y entre los planteles que se repiten con los mayores índices están la U. Bolivariana, la U. Arcis, la U. de Las Américas y la U. de Ciencias de la Informática, Ucinf. Precisamente esta última tiene la tasa más alta de todo el sistema: de cada 10 estudiantes que ingresaron en 2007 a Arquitectura, siete se retiraron al finalizar el año.


Según explica Antonio Martínez, profesor de Arquitectura en ese plantel, hay dos factores que influyen en el abandono de la carrera: los jóvenes llegan sin saber bien de qué se trata, y la carga académica implica no tener horario definido. “Entre nuestros alumnos, hay muchos que necesitan tener un ingreso extra y no pueden compatibilizar trabajo y estudios”.
 

CULPAS COMPARTIDAS
Pero no toda la responsabilidad es de los alumnos. Eso cree Sebastián Donoso, del Instituto de Investigación y Desarrollo Educacional de la U. de Talca, quien asegura que cuando una universidad acepta a estudiantes de poco puntaje y que traen falencias académicas, es deber de las instituciones el sacarlos adelante. “Aumentar vacantes para una carrera no es sólo poner más sillas, es asegurarse de que los estudiantes logren un título”. Y agrega. “Si se repiten instituciones en distintas carreras, podríamos pensar que muchas universidades usan estrategias de matricular a gran cantidad de estudiantes para financiarse más que para sustentar los aprendizajes de esos alumnos”.
El problema es más serio cuando se trata de alumnos que han hecho un esfuerzo por convertirse en primera generación de su familia en entrar a la universidad o provienen de colegios con mala base. Para hacerse una idea, en planteles como la Arcis y la Bolivariana, el 40% de los ingresados en 2007 era alumno de este tipo de establecimientos. Y si se toma en cuenta que siete de cada 10 jóvenes que estudian en la universidad es primera generación, es posible presumir que muchos de los que fracasan son de ese grupo.
Pero no siempre el estudiante de menores recursos culturales y socioeconómicos es el que deserta. Andrés Bernasconi, vicerrector de Investigación y Posgrado de la U. Andrés Bello, asegura que también hay “jóvenes que provienen de familias que entran un año a probar, luego se retiran y se matriculan en otro plantel”. Ante las cifras, los planteles Inacap y U. Central señalaron que sus tasas no correspondían a lo informado por el Mineduc. Sin embargo, los encargados ministeriales del tema aclararon que los cálculos se hicieron con datos enviados por los propios planteles.

Según explica Antonio Martínez, profesor de Arquitectura en ese plantel, hay dos factores que influyen en el abandono de la carrera: los jóvenes llegan sin saber bien de qué se trata, y la carga académica implica no tener horario definido. “Entre nuestros alumnos, hay muchos que necesitan tener un ingreso extra y no pueden compatibilizar trabajo y estudios”.